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La alianza de Chávez y Santos desenmascara al “socialismo del siglo XXI”

La alianza de Chávez y Santos desenmascara al “socialismo del siglo XXI”

La clase info

Por Simón Rodríguez Porras

La historia reciente de las relaciones entre el gobierno venezolano y el régimen colombiano es una demostración palmaria del modo en que se expresan los intereses de la burguesía emergente chavista en la política internacional. Como su máximo representante político, el Presidente promueve un proyecto nacionalista al cual resulta ajeno el internacionalismo revolucionario, y un antiimperialismo discursivo que contrasta con una disposición cada vez mayor a ceder en todos los terrenos a los requerimientos del gobierno de los EEUU y sus aliados.

La razón de fondo es que el sector social al que representa no aspira a realizar ninguna revolución social, su proyecto es sostenerse en la administración del Estado capitalista y cerrar la crisis abierta con la rebelión popular de febrero de 1989. En esta perspectiva, las acciones gubernamentales no se explican como una serie incoherente y desordenada de inexplicables “errores”, como prefieren llamarlos los seguidores del Presidente, sino como el reflejo zigzagueante de su debilidad intrínseca, la de un gobierno burgués que no logra cerrar una etapa de crisis y por lo tanto oscila entre reformas y contrarreformas, posiciones independientes y claudicaciones al imperialismo, entre apoyarse en la movilización popular para presionar a sus enemigos burgueses y apoyarse en el aparato estatal burgués para golpear a la movilización popular.

La captura y entrega ilegal del refugiado político de nacionalidad sueca Joaquín Pérez Becerra en abril de este año por parte del gobierno de Chávez, así como la actual detención e incomunicación de Julian Conrado, más decenas de casos en los que se ha procedido a detener y deportar a presuntos guerrilleros a Colombia sin que medien los procedimientos establecidos en la Constitución, las leyes venezolanas y los tratados internacionales, han evidenciado la naturaleza de los acuerdos en materia militar y de inteligencia entre Chávez y Juan Manuel Santos; entre los cuerpos represivos venezolanos y el tenebroso aparato responsable de décadas de terrorismo de Estado en Colombia. La respuesta de Chávez a las protestas por la entrega de Pérez Becerra provocó una indignación aún mayor. “Que Chávez es un contrarrevolucionario, el que quiera decirlo que lo diga”, respondió, e indicó que en vez de quemar la imagen de sus ministros, quienes estuvieran en desacuerdo con las entregas debían quemar la imagen presidencial, ya que él personalmente había ordenado las acciones contra Pérez Becerra (1). Pero es el propio Chávez, con sus acciones, quien se está encargando de quitarse la máscara de dirigente revolucionario que ha venido ostentando.

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