Misión cambio de régimen
Tomado de Rebelión
Publicado originalmente en Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Por Pepe Escobar
¿Cómo convertir una “acción militar cinética” –que no es una guerra– en alguna especie de fase final, amañando una resolución de las Naciones Unidas que supuestamente se aprobó para minimizar una amenaza humanitaria? Se escribe un simplón artículo de opinión, Basta con preguntar a Los Tres Amigos –el presidente Barack Obama de EE.UU., el primer ministro británico David Cameron y el neo-napoleónico presidente francés Nicolas Sarkozy-
En un artículo conjunto publicado el viernes pasado, Los Tres Amigos insistieron en que no quieren remover a Muamar Gadafi de Libia por la fuerza. Pero también insisten en que se seguirá insistiendo en llevar la democracia mediante las bombas (supuestamente para proteger a los civiles que quieren democracia). Y así seguirán, porque Gadafi se debe “ir y para siempre”.
Ahí quedó el mandato original de la ONU. Ahí quedó el verdadero alto el fuego. Occidente “ilustrado” y su coalición de los semi-dispuestos no realiza treguas, aunque las naciones del BRICS –las principales potencias emergentes Brasil, Rusia, India, y Sudáfrica – han condenado oficialmente los bombardeos y han hecho un llamamiento a la imprescindible reforma del Consejo de Seguridad de la ONU.
El presidente ruso Dmitri Medvedev acusó a la minúscula coalición de los semi-dispuestos y a la OTAN de ser el brazo armado de los “rebeldes”. En sus palabras, “las fuerzas de la ONU deberían ayudar a separar a las partes y en ningún caso deberían ayudar a una de ellas”.
En lo que respecta a Washington, Londres y París, todo eso es irrelevante. Ahora es oficial. Los bombardeos seguirán hasta que Gadafi sea derrocado. Bienvenida la Misión Cambio de Régimen.
La historia se repite
No es una sorpresa que se revele que la resolución de 1973 de la ONU es una farsa –tanto como la fabricada “revolución” libia, que fue esencialmente orquestada por los servicios de inteligencia franceses, el MI6 británico y la CIA de EE.UU. desde que el ex jefe de protocolo Nuri Mesmari desertó a París en octubre de 2010.
Los exiliados marrulleros abundan, desde la red apoyada por los británicos del príncipe Mohammed el-Senoussi, exiliado actualmente en Londres, a Khalifa Hilter, un agente de la CIA exiliado hasta hace poco cerca de Langley, Virginia y autoproclamado “comandante militar” de los “rebeldes”.
Los “rebeldes” esperan ahora que la zona de exclusión aérea implementada a la ligera por la OTAN se convierta –de manera grotesca– en un canal de suministro de armas; una reedición en el Siglo XXI del armamento de los muyahidines en Afganistán durante los años ochenta, en la cual Gran Bretaña, Francia y Qatar juegan los antiguos roles estrella de Arabia Saudí, Pakistán y EE.UU.
Y habrá botas (occidentales) en el terreno –más pronto que tarde- como ya lo señala la narrativa en los medios corporativos atlantistas.
El próximo y épico capítulo: una columna de gloriosos tanques Abrams M1 toma Trípoli a la manera de la caballería y la mezcolanza de los “revolucionarios” recibe un baño de flores (“Si vas/a Tripolitania/asegúrate de llevar/algunas flores en tu pelo”). No funcionó en Bagdad en 2003 bajo el patrocinio neoconservador; puede que funcione en Trípoli bajo el imperialismo humanitario.
Con los “rebeldes” bajo el hechizo al estilo de Lucy en el cielo con diamantes, no es sorprendente que haya fracasado la misión de la Unión Africana (UA) que trataba de establecer un alto el fuego. Lo que estos rebeldes con causa no saben, es que prevalece la causa de sus amos. Son rebeldes tan descartables como los contras de Nicaragua y los muyahidines afganos.
Llévame a Somalia
No sorprende que el tema apocalíptico del momento sea “Somalia”. El 2 de marzo, la secretaria de Estado Hillary Clinton advirtió de que Libia podría convertirse en una “gigantesca Somalia”. El 30 de marzo, el ex ministro de exteriores y actual apreciado desertor Musa Kusa dijo que temía una guerra civil, en la cual “Libia sería una nueva Somalia”.
La “intervención humanitaria” de AFRICOM, y luego la OTAN, crea realmente las condiciones de una Somalia. El muro de desconfianza entre el régimen de Gadafi y los “rebeldes” es insuperable, y seguramente degenerará en una Somalia.
La represión de Gadafi contra lo que fue esencialmente un golpe militar transformado en rebelión armada ha sido ciertamente brutal. Pero eso nunca justificó una definición de genocidio –pero fue suficiente para justificar una R2P (“responsabilidad de proteger”)-. Según la misma medida, la ONU tendría que votar por una zona de exclusión aérea impuesta por la OTAN si China amenazara con reprimir una insurrección en el Tíbet.
Y francamente, la imposición de la R2P mediante bombardeos es un chiste cruel, trágico. Aún más si se compara con la falta de reacción de la ONU –y de la OTAN– ante una verdadera masacre: la dura represión de Sadam Hussein en 1991 contra las rebeliones masivas en el norte y en el sur de Iraq, cuando más de 200.000 personas fueron realmente asesinadas, no algunos miles -presuntamente- como en Libia.
En Iraq en 1991, Washington incitó clamorosamente a los chiíes a rebelarse contra Sadam –igual que la CIA ayuda actualmente a los “rebeldes” libios contra Gadafi. Pero a la hora de la verdad, Washington no hizo absolutamente nada. Y para colmo, había una zona de exclusión aérea, en efecto (los estadounidenses la suspendieron para que los aviones artillados de Sadam pudieran masacrar tranquilamente a los chiíes). Farsa, farsa, extrema farsa.
Los planes del Pentágono
En lo que se refiere al Pentágono, Gadafi es una molestia seria. Bloquea el “progreso” del AFRICOM; está a cargo de un trozo estratégico del Mediterráneo; y ha hecho acuerdos con China. Como nacionalista con tendencia panafricana, que permite a China el acceso al Mediterráneo, es el máximo azote para los planes del AFRICOM de militarizar África en beneficio de EE.UU. Por lo tanto, lo menos que se puede hacer es aislarlo.
Pero la caída de Gadafi no es una prioridad. El Pentágono preferiría tratar –o no tratar– con un Gadafi arrinconado en una Tripolitania empobrecida que enfrentarse a una Libia poderosa, unida, que en el futuro podría oponerse a los designios imperialistas occidentales. El Pentágono “vota” por la balcanización.
Por el momento, el Pentágono –a través del AFRICOM y la OTAN– sólo se ocupa de la Visión General en el aire y los mares y subcontrata las posibles operaciones en tierra a los acólitos europeos. Las cosas van bien –como en la partición de Sudán- y es posible el escenario somalí en Libia. Cuando las botas lleguen a tierra serán suministradas por los acólitos europeos; véase el ejemplo francés en Costa de Marfil.
Lo que nos espera podría ser aún más lioso. La OTAN como brazo armado de la ONU ya es una realidad sobre el terreno. Si la OTAN se libra de Gadafi, el próximo objetivo es Siria. Tanto como Libia permite acceso al Mediterráneo sur al comercio chino, Siria permite a la Armada Rusa el acceso al Mediterráneo oriental.
Los planes de Pentágono/OTAN/AFRICOM son y siempre seguirán siendo los mismos. Impedir una verdadera emancipación del mundo árabe. Impedir una verdadera emancipación y unidad de África. A pesar de todos sus serios defectos como gobernante, Gadafi constituía un mal ejemplo. Ante el espantoso chantaje del FMI a los países africanos pobres, Gadafi financió proyectos africanos de desarrollo.
No solo se trata de Libia, ni mucho menos. Es el mensaje para África de las elites gobernantes de Washington –y de sus satrapías en Londres y París-: Queremos la subyugación militar total de África y el control de los recursos naturales de África. Si seguís haciendo acuerdos con China, esto es lo que os va a pasar. Con la OTAN como Robocop global, nada nos puede detener, con o sin cambio de régimen, pero siempre bajo cobertura de la farsa.
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