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Desigualando por arriba

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Por Fernando Busto de la Vega

Hace unos pocos días aparecía en la prensa el dato de que la población sin techo solo en la ciudad de Nueva York supera los 113 000 individuos, es decir casi la población de Jaén. Decía también la noticia que esta cifra había aumentado en el último año a causa de la crisis económica.

Más o menos por las mismas fechas uno de los personajes más nauseabundos de este país, adalid repugnante del dogmatismo neoliberal y nacional-católico español, la impresentable Esperanza Aguirre tenía la desfachatez (esa gente no ha conocido nunca la vergüenza) de proclamar a los cuatro vientos uno de los habituales sofismas del totalitarismo capitalista: que el socialismo quiere igualar a todos por abajo.

Esa gentuza del teapartismo internacional tiende a repetir como letanías unas consignas y unos dogmas que los hechos desmienten constantemente y que no resisten el más mínimo análisis racional pero que acaban calando en una opinión pública encanallada en la ignorancia por una constante y premeditada labor de desinformación emanada desde todos los medios, simples instrumentos de propaganda ideológica del gran capital que en su momento deberán ser incautados por el pueblo y  castigados sus responsables con el mayor rigor como traidores.

Tratan de vender el sofisma de que la concentración de riqueza y de poder en muy pocas manos es en realidad creación de riqueza y extensión de la democracia cuando lo que en realidad sucede con la aplicación de las políticas neoliberales es que aumenta la pobreza al disminuir la circulación de dinero al acumularse en unas pocas manos que lo amortizan con la tesaurización y lo dilapidan con una esteril política de gastos suntuarios y economía especulativa en todo punto alejada de la verdadera economía, la que genera empleo y genera y reparte la riqueza.

Es el capitalismo el responsable de que cientos de miles de personas en el mundo desarrollado vivan en la más absoluta pobreza y que cientos de millones de personas mueran de hambre, de sed y de enfermedades fácilmente curables en el resto del planeta. Por mucho que esta realidad moleste a los ideólogos y propagandistas del neoliberalismo, lo cierto es que el socialismo allí donde se implantó generó riqueza y fue un factor de desarrollo fundamental.

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