Libia: un silencio atronador
Cubadebate
Por Jody McIntyre
The Independent
Así que ahora estamos enviando helicópteros Apache para bombardear civiles en Libia. Una escalada en otra guerra sangrienta de la OTAN. O sea, en las palabras del Coronel Jason Etherington, “sólo aporta algo más a la fiesta”.
Todos los medios de comunicación lo han aceptado. Ésta es una guerra para proteger a los civiles. Ésta es una guerra para obligar a Gadafi a dejar el poder. Como si los gobiernos occidentales, con sus orgullosas historias de violación de los derechos humanos en el mundo, tuvieran algún derecho moral de juzgar el gobierno de Libia. La retórica de Etherington revela una verdad despreciable: esta guerra es un juego para nosotros, una “fiesta” que vale la pena prolongar.
Hasta Al Jazeera publica la historia aceptada de “rebeldes” conquistando ciudad tras ciudad. Pero ellos no difunden imágenes de Trípoli, la capital, donde, excepto por la campaña de bombardeo de la OTAN, la gente continúa con sus vidas normales. Y nunca muestran imágenes de los crímenes de esta supuesta brigada “rebelde”, que atacó violentamente a libios negros y ciudadanos africanos negros en el este del país, etiquetándolos como “mercenarios africanos” contratados por Gadafi, a pesar del hecho de que todos los libios son efectivamente africanos. No se informa nada sobre esto porque no encajaría con el relato aceptado. Los encantadores líderes rebeldes, muchos de los cuales trabajaron para Gadafi hasta hace unos pocos meses, son nuestros aliados. Muamar Gadafi, el villano útil, es nuestro enemigo acérrimo.
Pero, ¿por qué tal silencio? A diferencia de las guerras en Afganistán e Irak, las cuales provocaron inmensas protestas alrededor del mundo, la reacción hacia Libia ha sido relativamente débil. Nos han vendido una falsa premisa, y, como diría Noam Chomsky, han permitido la fabricación de nuestro consenso.
Ahora que la cortina de humo ha resultado ser un éxito, el gobierno británico ya no tiene ninguna necesidad de ocultar sus objetivos. No es que alguna vez la tuviera. “No vamos a establecer una fecha límite”, dijo William Hague. Por supuesto que no, porque el imperialismo no conoce límites cuando desata una guerra.
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