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El 18 Brumario de Muamar el Gadafi

El 18 Brumario de Muamar el Gadafi

Por Manuel M. Navarrete

"—¡Válame Dios! —dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? —Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene."


Tras nuestros "Soviets libios" de ayer, observamos una avalancha de comentarios que, escudados en el anonimato, nos reafirman en nuestra idea de que razonar no sirve para nada. Y sin embargo, como el Capitán Ahab, volvemos en busca de aquello que acabará con nosotros.

La falta de honestidad política de una persona se hace patente cuando abandona toda pretensión de rastrear la verdad, la realidad de los hechos, focalizando todo su esfuerzo en tratar de defender una tesis preconcebida (suya o de su "internacional"), incluso a costa de  manipular groseramente los hechos, con la vana esperanza de que las evidentes contradicciones en las que incurra no sean destapadas por nadie.

Ciertos "ni-nis" viven, como Harry Houdini, obsesionados con la idea de escapar (en este caso, de escapar de la autocrítica); pero la realidad histórica es una férrea cadena que, a diferencia de sus comunicados en Kaos, no está trucada. Así, por ejemplo, veo justificar a los "rebeldes" libios bajo el paupérrimo argumento de que son el pueblo, ya que no hay tantos oligarcas ni colaboracionistas en Libia como para organizar un ejército. ¡Prodigio de la aritmética!

En los juegos de naipes, existe una carta llamada Joker, o comodín. Esta figura tiene la propiedad de poder ser empleada de manera indiferente en cualquier situación, otorgándosele, a elección, el valor de cualquier otra carta. Con este argumento "ni-ni" sucede lo mismo. Dado que una premisa de cualquier sociedad de clases es que los señoritos sean minoría, y que la historia es hasta lo presente la historia de la lucha de clases, entonces este argumento es extrapolable y tendente a justificar cualquier acontecimiento histórico, cuartelazo, guerra, invasión o golpe de Estado habido o por haber, indiferentemente de cualquier otra consideración.

No se esfuercen nuestros lectores, porque desde el putsch franquista hasta la anexión de Checoslovaquia por parte del III Reich, pasando por las guerras napoleónicas e incluso hasta las púnicas, no podrán encontrar un solo ejemplo de empresa militar en la que los opresores no hayan puesto bajo su dirección o vasallaje a los sectores obreros y populares de cada tiempo y lugar determinados. Jamás teocracia alguna envió a sus príncipes a hacer las cruzadas. ¿Acaso no son los soldados "españoles" que mueren en Afganistán proletarios de origen latinoamericano?

El problema es que somos marxistas. En tanto que marxistas, no confundimos la extracción de clase con la posición de clase, ya que hablamos de dos nociones completamente diferentes, con implicaciones diferentes también. Dada la existencia en este mundo de fenómenos como la “alienación” y la “falsa conciencia”, el carácter de clase de un movimiento no es igual a la suma de los caracteres de clase individuales de sus integrantes (ya que, en ese caso, todos los ejércitos del planeta serían Ejércitos Rojos), y ni siquiera de sus dirigentes. Por eso, las cosas no son tan sencillas como parecen percibirlas el "monoazulismo vulgaris" y otras generalizaciones de similar especie. Sino que, merced al análisis concreto de la posición que ocupa cada cual en el engranaje de una estructura histórica determinada, los marxistas decidimos apoyar a un burgués como Lenin (o a Mao, o al Che) y nos oponemos en cambio a esos millones de obreros alemanes que desfilaron a paso de oca bajo banderas esvásticas (o a cualquier esquirol).

Como leemos en los comentarios a nuestro texto, los "ni-nis" dicen apoyar a las supuestas "bases populares" libias (bajo la inconfesada influencia  del Telediario de TVE, que aventura una "revolución juvenil" libia convocada a base de almohadillas y... ¡¡por facebook!!). Y ello a pesar de que quienes estamos acostumbrados al activismo político conocemos bien la diferencia entre una manifestación popular de protesta y el empleo de armamento pesado calibre OTAN en las calles al siguiente día. ¿De dónde salieron las armas? ¿Qué continuidad real puede haber entre lo primero y lo segundo? Sin embargo, a pesar de que, como los propios "ni-nis" reconocen, dichas “bases” están dirigidas y lideradas por los colaboracionistas  del Consejo "Nacional" de Transición, y en particular por reaccionarios y mercenarios como Mustafá Abud Jalil, Abdelhakim Belhaj o el ya fenecido Abdul Faah Yunis, no obstante deben ser apoyadas, ya que... provienen de la "clase obrera”.

Al parecer, en la determinación del carácter de clase y del rol histórico de un movimiento no influye para nada su dirección política (ni sus objetivos, ni sus actos, ni sus alianzas, ni su financiación, ni pecatas minutas similares), sino tan solo el "origen de clase" de los peones que sigan las órdenes de dicha dirección política. ¡Lógico! Nuestros amigos no encuentran, de hecho, nada preocupante en el (presunto) hecho de que una parte del pueblo se ponga al servicio de colaboracionistas y reaccionarios de tal calaña para hacerles el trabajo sucio y entregar petróleo en rebajas al imperialismo. No pasa nada si los "soviets libios" (que en realidad nunca existieron) son un poco racistas o si ponen sus armas al servicio del Consejo Nacional de Transición (¿alguien ha oído o puede documentar una sola crítica de las supuestas "bases" rebeldes hacia esta su dirección mercenaria?); tampoco pasa nada porque al final prácticamente se hayan alistado a la OTAN (¿alguien ha oído o puede documentar una sola crítica de estas supuestas "bases" rebeldes a la OTAN y sus planes imperialistas?), por cuya intervención dicho Consejo lleva rezando (como es natural en algunos de los fundamentalistas que lo componen) desde el primer día de manera pública, notoria y –sobre todo- mediática.

Casi deprime que sea necesario recordarlo, pero si eres marxista, eres antiimperialista; y si eres antiimperialista, luchas porque la OTAN pierda ésta y todas sus guerras imperialistas. Por eso, si eres marxista trabajas por la victoria de las resistencias afgana, iraquí y palestina (por ejemplo), a pesar de las profundas diferencias políticas que naturalmente debes tener, si tienes la cabeza amueblada, con dichas resistencias. Y, desde la metrópoli, una de las tareas antiimperialistas prioritarias es combatir las coartadas ideológicas de todas las invasiones “humanitarias” (las invasiones “malas” no existen, todas son humanitarias y filantrópicas: desde los tiempos de Bartolomé de las Casas, hasta Vietnam, Afganistán, Líbano, Haití, Iraq…). Bien. Hasta donde sabemos, todos los marxistas mínimamente formados aceptan estas nociones básicas. Ahora bien, ¿por qué en Libia habría de ser diferente? ¿Por qué allí no habría que apoyar a la resistencia, y en cambio en Iraq sí? ¿Tal vez por el hecho de que algunas mentes calenturientas se hayan inventado la existencia del soviet supremo de Benghazi? “¿Qué gigantes?, dijo Sancho Panza”.

Sin embargo, es inútil. Para los “ni-nis” hay que apoyar a los rebeldes (como había que apoyar al UÇK en Kosovo, o a Lech Walesa en Polonia) sí o sí; si no lo haces, eres cómplice de todas las violaciones de los DD HH de Gadafi, Sadam Hussein y Pol Pot si te descuidas. ¿No habría respetado más los DD HH una salida negociada al conflicto? Y toda esta serie de disparates para justificar el prematuro, precipitado y delirante comunicado de una "internacional" que podría recorrer Barcelona entera en metro con un solo par de T-10. ¿Internacional? Es más: ¿internacionalismo? Ya lo dijo el barbudo: si la historia se repite, lo hace a modo de farsa.

Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/18-brumario-de-muamar-gadafi

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