Italia después del referendo
La Jornada
Por Guillermo Almeyra
Silvio Berlusconi recibió un doble golpe con los referendos del 12-13 de junio: primeramente, 10 millones de votantes que anteriormente apoyaban al gobierno desoyeron la orden del mismo de no votar para que las iniciativas no fuesen válidas –ya que para serlo necesitaban conseguir el 50 por ciento del padrón electoral– y el famoso quórum superó el 57.5 por ciento, en promedio, en las cuatro preguntas planteadas; en segundo lugar, el triunfo del SI fue aplastante, lo cual indica que buena parte del viejo electorado berlusconiano no quiere la privatización del agua, que es un bien común, porque sabe que la pagará más cara; tampoco quiere una Fukushima en Italia y por eso no permite la construcción de centrales nucleares, y por último también desea que Berlusconi pueda ser juzgado como cualquier otro ciudadano. Estos resultados, ya conocidos, merecen un análisis más detallado porque esconden profundas transformaciones en la sociedad, una separación creciente entre las direcciones de los partidos institucionales y la sociedad italiana, así como también grandes conflictos entre los diferentes sectores de las clases dominantes y en el seno del bloque político gobernante.
Silvio Berlusconi, líder del Partido de la Libertad (PDL), y Umberto Bossi, jefe de la Liga Norte, por ejemplo, llamaron a no votar, pero buena parte de la base plebeya u obrera de la Liga votó por el SI e igual cosa hicieron varios ministros liguistas que ven que la política de Berlusconi es contraria a sus intereses y, además, que el magnate los hunde en el desprestigio con las orgías pagadas por el contribuyente, que son ajenas a las costumbres de los obreros católicos que los votan. Una parte importante de los representantes del gran capital, también, como el periódico de las finanzas de Lombardía, Corriere della Sera, o el liberal de derecha La Repubblica, hizo campaña por el SI y se opone a Berlusconi, y la Iglesia católica, comenzando por el mismo Papa, se lanzó contra la privatización del agua y contra la energía nuclear, y durante las misas colgaron de los altares los carteles de la oposición que llamaban a votar SI en los referendos. La presidenta de la Confindustria (órgano de los grandes industriales) y la dirección del sector de la industria pesada también atacan casi cotidianamente al Cavaliere de los mil procesos judiciales.
A esta crisis entre los diversos sectores capitalistas –los productivos o financieros versus los capitanes de aventura ligados a la mafia– se agrega la crisis de la oposición. El Partido Demócrata (PD), ex comunistas de derecha, superó en número de votos al PDL berlusconiano y dice ser el primer partido de Italia, pero ni en Milán ni en Nápoles pudo imponer sus candidatos (el milanés es un ex miembro de Refundación Comunista, y el napolitano fue propuesto por la misma agrupación y por el partido del ex juez de Manos Limpias, Antonio di Pietro) ni originó los referendos mismos, que surgieron de la iniciativa popular y que el PD sólo apoyó a última hora. Los partidos institucionales sólo piensan en maniobras, alianzas entre ellos y votos en un Parlamento que goza de grandes sueldos y privilegios y en el que sesionan decenas de diputados y senadores procesados o que compraron sus curules por 200 mil dólares, como todo el país sabe.
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