Yo no me reconcilio, no voto y resisto y reinvento la palabra poder para que sea servicio y no abuso
Kaos en la Red
Por Karla Lara
Cuando conocí a Vicente Feliú en Cuba eran los tiempos del campamento de lisiadas y lisiados de guerra del FMLN, fuimos vecinos en Alamar, compartíamos la sala para los ensayos en la Casa de la Cultura de esa zona, yo cantaba con Cutumay Camones, un grupo que acompañaba la lucha de liberación de ese vilipendiado pueblo, El Salvador.
Vicente ya era “Vicente Feliú” y sus músicos eran, por ejemplo, el ahora y desde entonces grande, Omar Sosa, mientras escribo este mensaje para ustedes, encuentro videos de él en internet y me doy cuenta, con la cabeza de ahora, y no con la de los 19 años que tenía en ese entonces de leche condensada en abundancia y yogurt en botes de vidrio grueso, que a Sosa le quedaba grande el tiempo, las melodías de su mundo armónico son más eclécticas que las distancias del imaginario de los 80s y los de este nuevo siglo, vistos con los ojos de niña guerrillera queriendo ser cantante o con los de ahora, señora en resistencia y refundacional, que sabe que quiere ser cantora.
Cuando conocí a Vicente Feliú en los años en que ví en un grupo enorme a muchachos sin brazo, a muchachas sin pierna, a casi niños sin ojos, producto de una guerra, que dicen que se acabó, y que se firmó en Acuerdos de Paz, que me parecen tan turbios como los de ahora, todo tenía un sentido más sencillo de explicarse.
Como yo aprendí el sentido de la palabra “austeridad” en Cuba, en el tiempo del período especial y aprendí a tener paciencia cuando hacía la cola para la pizza, y aprendí el sentido de la “solidaridad” entre las limitaciones de ese tiempo y conocí el sentido de “bienestar” en blanco y negro, con pantallas grandes en cajones viejos, lo ví en la médica que llegaba a verme a la casa, en la niña que tenía escuela, jardín, buena educación y leche garantizada en la libreta, y la palabra “ entereza” para mi tenía que ver con cambiar la dieta de carne a “bistec de tomate” porque ya no venían las latas del otro lado del charco. Vi a las muchachas caminando seguras en las calles, y a las personas de la tercera edad hacer gimnasia en un parque, vi a los muchachos viviendo una libertad que no existía de donde yo venía, y aprendí a no tener a Superman sino a Elpidio Valdez con Carlos Varela.
Como yo aprendí todo eso en Cuba, yo quiero de eso y un poco más para la lucha que sigo haciendo ahora en otra patria, donde nací, en Honduras, la que resiste no hace dos años, sino desde que yo me acuerdo de qué se trata resistir por ser mujeres, por ser pobres, por ser negras, por ser lesbianas, por ser jóvenes, por ser indígenas, por ser gorditas, por ser gais, por ser soñadoras, por ser chiquitas, por ser grandes luchadoras.
Como yo aprendí a resistir al estilo cubano, no me permito desaprender al estilo de los socialismos que extraditan a los que como yo, cantamos canciones guerrilleras en los 80s, como yo aprendí a resistir en medio del bloqueo de ustedes, no me permito desaprender al estilo de los socialismos que pueden firmar pactos que se orquestan desde el norte donde me hacen nombrar Presidente a quien para el pueblo sigue siendo un usurpador del poder y me mandan a reconciliarme por la firma de un diablo “Santos” que asesina al hermano pueblo colombiano, y como yo aprendí de Cuba tener la honra que los pueblos pueden renunciar a un curul en la OEA porque ese sistema interamericano es falso, no hubiese tenido prisa para que el régimen hondureño recuperara el suyo porque de ese reintegro y los dineritos del norte que vuelven “oficialmente” ni un cinco le quedará al pueblo nuestro, y como yo aprendí viendo resistir al pueblo cubano, reinventándose en los huertos familiares no me permito reconciliarme al olor del petróleo y de esa “real politic” porque no la entiendo y me hace invocar mis saberes de las mujeres ancestras y del pueblo por sobre “los conocimientos” de los machos que dicen si entender de que se tratan estos socialismos del siglo XXI.
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